Simón García poniendo ritmo en la cueva

Una noche con un invitado de lujo para el mini-club The Cave

En Madrid, tras la tragedia del Madrid Arena, se están buscando nuevas propuestas que sacien al que quiere acudir a eventos de música electrónica más allá de las 5 o 6 salas históricas que siguen rindiendo y manteniéndose. Una de ellas son los clubs de fumadores, que han florecido de forma vertiginosa, con un horario de cierre prolongado para poder echarse pitis y beber copas a ritmos electrónicos gracias a una flexibilidad de horario volviendo casi a la cultura de sesiones maratonianos; y en el lado opuesto están los mini-clubs (donde pocas veces el aforo puede llegar a tres cifras) con un funcionamiento más parecido a un Pub en cuanto a horario. Lo que en el argot se denomina tomarse la primera copa o salir de tranquis. Uno de ellos es The Cave, una propuesta humilde que ya lleva más de seis meses funcionando ofreciendo una programación cuidada basada sobre todo en Nu-Disco y Deep-House. Nosotros celebramos allí nuestro 3º Aniversario y uno de nuestros invitados sorpresa le gustó tanto el buen feeling del público que escogió una fecha para hacer una sesión de 4 horas. Fue el pasado viernes y el artista al que nos referimos es Simón García.


La noche en The Cave estuvo floja de asistencia en comparación con otros días, el final del mes de enero hace estragos. Y eso que hubo una novedad en el mini-club como fueron los visuales. La cueva con visuales le daba otro rollo. Gran acierto. El caso es que allí estaba el productor madrileño comenzando la noche con ritmos suaves para ir poco a poco calentando el ambiente. Deep sugerente y no exento de groove mientras empezó a haber un goteo incesante en el número 9 de la calle Lavapies. Sí, éramos pocos, pero lo dábamos todo. Es lo que tiene un público adulto y entregado.

A partir de las 2 y pico por arte de magia empezó a acudir más y más público que hizo que la cueva cogiera color. En ese punto Garcia se desató y fue con el cuchillo entre los dientes. Bombos más pesados y una pizca de velocidad para que más de uno y dos levantara los brazos al son que marcaba. La experiencia es un grado.


¿Cuál es el problema de los mini-clubs? Su horario. Cuando más a gusto se encuentra uno, tanto el dj como el público, se da de bruces con la hora de cerrar. La estricta legislación es lo que tiene. Así que de forma puntual a las 3:30 se dieron las luces y sonó el último tema. Simón García escogió el Running Backwards de Lovebirds. El que salió de tranquis se pudo ir más que satisfecho, a pesar del coito interruptor, y el que tuviera ganas de más se tuvo que ir con la música a otra parte a una de esas 5 o 6 salas míticas o a fumar unos cigarros a algún smoking club del que sea socio. En ambos casos todos nos marchamos con una sonrisa de oreja a oreja.



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Fotos y vídeos: Electrónica & Roll

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