Biolive, la otra cara de Mulero

Presentó con Fium su directo IDM y la propuesta dividió al personal

En un primer lugar no iba a escribir una crónica de lo acontecido el pasado martes en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid, donde Óscar Mulero presentaba en directo, y por segunda vez tras su paso por Gijón, su proyecto Biolive junto al colectivo visual Fium. ¿Por qué decido hacer una tardía crónica del evento? Pues porque las opiniones se han polarizado bastante: los medios especializados alaban la propuesta como si fuera la innovación personificada; y a su vez, bastante gente del mundillo electrónico que acudió -y que tienen el culo pelao de estas cosas- les pareció una estafa al precio que estaban las entradas de la platea. En realidad no fue una experiencia extrasensorial y mágica pero tampoco la última mierda que cagó Pilatos. Sencillamente fue ver a Mulero poner sus temas más mentales y escapistas con unas proyecciones (a veces acertadas y trepidantes, a veces chuscas y monótonas) en un teatro. Y punto.


El término "poner" temas no es gratuito, porque lamentablemente, y ahí sí que tienen razón las voces más críticas, no hubo en ningún momento la sensación de directo. Sí, en algunos lances del espectáculo veías al madrileño manipular algún Knob, por lo menos desde mi posición (fila 4 de la platea escorado a la izquierda). Entre que sabemos que Mulero en un escenario tiene la expresividad de una columna dórica y la falta de cacharros donde le viéramos interactuar algo más con sus herramientas, se podía agudizar el desencanto del que buscará la palabra live al ver a un señor de pie detrás de un ordenador que hacía unas transiciones de un track a otro sin mucho esfuerzo. Sin embargo, éste hecho no es diferente de otras vacas sagradas europeas que también se ponen con un laptop encima de un escenario a soltar calambres al cerebelo, y no veo tantas voces feroces contra ellos.

En el apartado meramente musical, al menos en la opinión del que suscribe, no hubo ni un pero. A Mulero todos le conocemos su faceta oscura y dura ya sea pinchando techno penetrante donde los contrabombos son armas de destrucción masiva, o ya sea con akas más dinámicos como Dr. Smoke o industriales como Infamous Monster. Ahora le vemos un cariz más sensible y evocador donde las melodías ya no son esas grandes desconocidas. Y ése es el punto fuerte de la propuesta, la otra cara de este artista que lejos de acomodarse intenta abrirse a nuevos sonidos sin perder su esencia.

Claras influencias de Aphex Twin, Autechre y LFO en un espectáculo que comenzó algo parsimonioso con unas visuales esquemáticas donde las líneas que se nos mostraban en las pantallas iban cayendo en un caos para acabar formando una figura esférica, en clara alegoría de la tierra. El show visual evolucionaba de las figuras geométricas con formas planetarias a minerales que podríamos encontrar en minas o bosques asturianos -El Principado, lugar de residencia actual del madrileño, es un recurrente en su imaginario sonoro- a medida que se sumaban más texturas y capas en los temas que diseminaba Mulero. Las proyecciones eran más espectaculares cuando parecían mostrarnos algo real y no estructuras gráficas.

Y llegó el bajón. Una simulación con rojizos polígonos de un terreno escarpado y lleno de colinas y ríos (¿alegoría a Marte?) fue demasiado monótono y largo. Mucha desconexión en ese momento a pesar de la marciana producción que sonaba. Luego vinieron los pájaros que volaban según soplaran los bombos y cada vez la intensidad subía más hasta que cogimos un tren monorail y nos dieron un paseo por Tokio. El momento más trepidante sin duda. La música cada vez más "aphextwiniana" para acabar con un homenaje lunar a Asturias para despedir el show al son de las olas del Cantábrico.


Una hora que para alguno se hizo corta, para otros pesada y Mulero como Curro Romero, dividió a la público. Entró a matar muy bien por lo que se llevo un largo aplauso al finalizar, pero faltó más arte en el toreo. Madrid nunca fue una plaza fácil y el que paga 30 Euros quiere ver más valentía a base de verónicas y pases de pecho. Y más si eres de aquí. Hay que asumirlo.

Comentarios