Brunch In The Park, la máquina continúa funcionando

Crónica del paso de Egyptian Lover, The Black Madonna y Lil Louis por el parque Enrique Tierno Galván



La cuarta temporada de Brunch In The Park en Madrid ha triunfado. Negar esa evidencia sería de necios cuando sus encuentros se han contado por sold outs en cuatro y camino de cinco de siete ediciones este año. La pregunta es a qué precio. Porque su concepto, al menos en la capital, ha sido por un camino demasiado obvio, fácilon y uniforme recurriendo al (fast food) techno más demandado por la muchachada. Decisión respetable para vender tickets hasta el infinito y más allá, pero repercutiendo indiscutiblemente en la diversidad de una propuesta que no ha abierto un abanico para todos los públicos, y sobre todo, con una música no tan oscura y abigarrada que pegue con el concepto de fiesta diurna y family friendly que se vende. Nos parecen incluso lejanos los tiempos en los que programaban un showcase de Hivern Discs o de Pampa Records o contar con la presencia de un Moodymann por poner un ejemplo.

Por este razonamiento el line-up del pasado domingo 13 de octubre parecía una especie de oasis en el desierto para muchos que no comulgamos en gustos con el rumbo que ha cogido esta fiesta. Eso sí, tampoco sin tirar muchos cohetes al aire. No hubo sold-out previo y todos los que tenemos cierta experiencia a nuestras espaldas sabíamos que allí nos ibamos a encontrar exclusivamente ese día. Y efectivamente, allí nos vimos al ritmo que imponía el estadounidense Egyptian Lover.

El angelino, que en mi opinión fue de lo mejor de la tarde, estaba armado con dos CDJ's, un micro y su inseparable 808 de la que emana su música tan característica. Con una entrada sorprendentemente buena para las horas que eran, lo que ya auspiciaba que esta edición también se pondría hasta la bander según transcurriera la tarde, Greg Broussard se adueñó del cotarro derrochando personalidad, carisma y sonido old school. Puede que su propuesta de electro-funk basada exclusivamente en patrones de la caja de ritmos por excelencia de los 80 pueda resultar algo monotona pero la clave es cómo Egyptian Lover se gana al público cuando empuña el micrófono y juega con la voz. Porque en realidad no es un dj set lo que presencias sino un live en el que su voz y sus juegos con la 808 y sus constantes interacciones con los asistentes es lo que dotan de viveza a su actuación donde lo mismo repasa su último álbum, 1984, que canta por George Michael o hace sus clásicos bailes al estilo faraónico. Divertimento.


Tras él llegó el turno a la que posiblemente fuera la figura más aclamada de la tarde: The Black Madonna. Marea Stamper es una artista que suele desubicarme por los bandazos que da durante una sesión para un público multitudinario. La de Chicago es una enciclopedia andante de música disco y house que se ha labrado una reputación por su residencia en el Smart Bar de su ciudad natal y que en clubs en petit comitee ha dado lecciones musicales cargadas de coherencia y gusto (recuerden la primera vez que vino a Madrid a la última RBMA Bass Camp). Sin embargo, cuando se enfrenta a un público multitudinario su gusto por agradar y recurrir a tracks que poco o nada tienen que ver con lo que le ha aupado dónde está, hace que no sepas muy bien a qué atenerte y que te saque del contexto. Da la sensación que le cuesta medir el timming a la hora de escoger ese hit que sabes que va a funcionar pero que no pega un carajo con lo que estás pinchando.

Su sesión de Brunch se puede medir en cuartos. Una media hora que arrancó con un housazo detroitiano (nada más y nada menos que con el 'What Do You See?' de Rick Wilhite) y música disco de categoría, donde incluso tuvo algún problema muy puntual a la hora de cuadrar, lo que te hace indicar que al menos es real lo que ves. A los 30 minutos dió un volantazo, muy celebrado por la mayoría como iba a ser evidente, a unos parajes mucho más techno y zapatilleros pero también menos interesantes y demasiado abruptos. A la hora de set retomó el camino del frescor y el amor, con un cariño que recibía constantemente desde primera fila. Todo para que al comienzo de su media hora pegara un incomprensible volantazo a temas como 'Nesrib' de SIS y, agarrénse los machos, 'Mouth to Mouth' de Audion ¿puede ser el tema más quemado de la historia de la época minimalera y turbinera?. Una vuelta a 2007 en toda regla donde solo faltaba comenzar a abrir bolsas y aliñar copas. A partir de aquí desarrolló su set con una de cal y otra de arena constamente donde también cayeron temazos como 'Relax' de Frankie Goes To Hollywood y una remezcla del 'French Kiss' de Lil Louis, el principal headliner del evento.


Con el anfiteatro del parque Enrique Tierno Galván lleno hasta la bandera arrancó Marvin Louis Burns, una leyenda de Chicago que gracias al mencionado 'French Kiss' se autodenomina como The Founding Father of House Music. Un título que no hace justicia a su carrera artística actual porque si lo que pinchó este mito viviente fue house, debemos tener un conceptos muy alejados sobre lo que es este estilo, sobre todo si a los 20 minutos te vienes tan arriba como para pinchar un himno techno como es 'Spastik' de Plastikman. Desarrolló un set que fue pura contundencia y energía con apenas tracks que pudieramos considerar housazo en toda regla, que los hubo pero en cantindades contadas milimétricamente. Su recta final parecía más un techno a la europea de alto octanaje que lo que uno puede esperar de la windy city.


Pero en realidad, y visto con perspectiva, que tomara esa decisión no desentonaba nada con la propuesta actual de Brunch. De hecho fue lo más acertado y lo que el público demanda y necesita. Todos contentos pues. La máquina sigue funcionando pero todos sabemos que los engranajes pueden lucir mucho más.

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Fotos: Pablo Gallardo

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