Una noche en la ópera con Kraftwerk

Por Eduardo Pérez Galeto


No es muy habitual en nuestro país que una sala como el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, lugar de encuentro de la clase alta donde la ópera es la gran estrella, acoja un evento electrónico. Aunque la protagonista sea posiblemente la banda más importante del género y una las más influyentes de las últimas cuatro décadas sigue sin ser habitual. Era difícil resistirse a una oportunidad como esta: el escenario es ideal y los invitados se prodigan demasiado poco para lo que, como demostraron el pasado miércoles, todavía pueden ofrecer.


Uno puede pensar que hace cuarenta años la electrónica era muy diferente a lo que es hoy en día, y no iría mal encaminado. Sin embargo, y a pesar de lo vintage de su propuesta (las proyecciones, las letras, incluso su estética deliberadamente retro), el discurso de los alemanes sigue vigente y nada desfasado. Aun contando solo con un miembro fundador (Ralf Hütter) el concepto, que es lo importante, se mantiene intacto. En sus conciertos no hay protagonistas. Cada uno de los miembros, cual robots perfectamente sincronizados, se encarga de una tarea con precisión y eficiencia. Como ellos mismos dicen en The Man Machine: hombres máquina, medio seres humanos, súper seres humanos.

Igual que ocurrió en su actuación en Sónar 2013, nada más entrar nos entregaron las gafas 3D para las proyecciones que les acompañan en sus shows. No voy a engañar a nadie: cuando llevas hora y media con las dichosas gafas molestan un poco, son de cartón y se te clavan por todas partes, pero vale la pena. Las proyecciones se complementan a la perfección con su música y el efecto 3D está muy logrado. Pero vayamos a lo importante, que es la música.

Eres una de las bandas más importantes de los últimos años, con una trayectoria brillante y con una cantidad de hits tremenda, ¿qué tocas? Pues eso, todos los hits que uno puede esperar y más durante las dos horas y cuarto que estuvieron sobre el escenario (ellos y sus robots). Abrieron el concierto con 'Numbers', para volver loco por primera vez al público con 'Computer Love'. Los jitazos fueron cayendo uno tras otro: 'The Man Machine', 'The Model', 'Autobahn', todas las etapas de 'Tour de France' seguidas en un crescendo de más de 10 minutos de duración… en fin, todo lo que cabía esperar. Todo ello aderezado con una acústica como nunca había tenido el placer de escuchar en un directo de electrónica, donde ningún grave retumbaba y donde todo parecía estar perfectamente ecualizado. Alguna vez a Hütter se le escuchaba flojito, pero su voz nunca llegó a ser imperceptible ni en los temas más bailables.


Hasta aquí todo bien. Cierran el telón pasada la hora y pico de concierto y la gente aplaude como loca mientras se intuye que están preparando alguna gorda detrás del escenario y, ¡sorpresa!, así fue. Empieza a sonar The Robots, ellos habían desaparecido y sus alter egos están detrás de los atriles con su uniforme característico de camisa roja y corbata negra. Y el Liceo enloqueció. Era divertido ver como a pesar de estar en un sitio tan elegante la gente no podía contenerse y se agitaba en sus asientos en los tramos más movidos de algunos temas, convenientemente actualizados pero sin perder su esencia, y que invitaban a levantarse y bailar como un loco.

Para terminar escogieron Music Non Stop (qué ironía), y uno a uno fueron abandonando sus atriles no sin antes hacer una suerte de improvisación con sus máquinas y teclados para despedirse del respetable que se rompía las manos a aplaudir.

El último en despedirse fue Hütter, permitiéndose el único y merecido personalismo en todo el concierto. Si estábamos todos ahí es gracias a él.

Hubo varios guiños que tanto nos gustan: el primero es 'Spacelab', cuyas proyecciones puede que sean las más impactantes con la estación espacial aproximándose hacia nosotros (impacta, en serio) y sobrevolando la península, o esa nave espacial ovalada aterrizando en la Plaça Reial de Barcelona. Otro ocurre durante 'Radio Activity', en la que se ha incluido a Fukushima en la lista de desastres que aparecen en la letra.

El concierto de Kraftwerk fue todo lo se puede esperar de una banda tan grande y en un escenario tan atípico como especial. Puede que faltaran algunos temas como 'Pocket Calculator' o 'It’s more fun to compute', pero no hay nada que reprochar en cuanto al tracklist en general ya la duración del concierto fue suficiente para no aburrir y no dejar insatisfecho a nadie. Fue una noche irrepetible donde se repasó una trayectoria discográfica que ha marcado a fuego a varias generaciones de músicos y amantes de la música, y donde triunfaron los sonidos analógicos y las letras vocoderizadas por encima de todo.

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