Los ingredientes con los que Life & Death volvió a cocinar éxito en Vila Habana

Por Alba Nogueira y Alejandro Rodríguez


Hace unos días la ciudad de Barcelona albergó un sinfín de eventos paralelos al festival más internacional y vanguardista que acoge nuestra península. Entre la gran cantidad de ofertas diarias siempre es difícil tomar una decisión, pero nuestra elección final del sábado, por diversos motivos, fue la fiesta de Life & Death en un complejo privado a unos 30Km de la metrópoli, en Castellbisbal.

Para ponernos en situación, hemos echado la vista atrás un año, ya que fue ahí cuando por primera vez la marca del conocido Dj Tennis, se decantó por celebrar el evento en esta localización –literal– de ensueño. Hemos podido saber según algunos testimonios, que en su debut se trató de una fiesta de carácter casi privado e incluso hay quienes decían que fue casi secreta. Además, en su primera edición, a diferencia de este año, tuvo lugar tan solo el domingo.

Podría deducirse que debido a la gran expectación que generó, además del buen feedback, la localización idílica, etc, este año los organizadores optaron por poner un punto más de calidad, lo que se ha traducido en un fin de semana completo adquiriendo de esta manera atributos de festival más que de una simple fiesta o showcase. Esto lógicamente provocó un aplastante sold out el sábado.

Uno de los puntos clave, sin duda, fue el sitio elegido por la promotora Proyectual: Vila Habana. Se trata de una edificación de estilo colonial del año 1935, con un extenso jardín donde el contraste tropical de las palmeras con el aurea mediterráneo de los olivos, emanaban un ambiente inmejorable para la celebración de cualquier tipo de evento. Si a esto le añadimos la rigurosa norma de la capacidad limitada en pos de la comodidad de los asistentes, obtenemos el mix perfecto para aquellos que buscaban alternativas a la masificación que experimentaba la capital catalana en esas fechas.


Llegamos al recinto, situado a unos 300m del transporte público, pasadas las 8. Creímos que era el momento perfecto para hacer un reconocimiento del lugar aún a sabiendas de que íbamos a tener que cambiarlo por los últimos compases de Midland.

Tras pasar el control, había un pequeño camino que conducía al corazón del recinto. Una vez ahí pudimos distinguir la Automat Radio, una pequeña caravana que hacía de pequeño escenario ante un lugar con hamacas donde poder tomar un descanso y dar un respiro a nuestras piernas. A la derecha nos encontramos con una cuidada zona de comida, y poco más adelante se elevaba el llamativo edificio de principios de siglo donde se encontraban las barras. Bordeando la casa se encontraba el último escenario edificado sobre pales, donde había construida una pequeña pista de baile para unas 50 personas, que conectaba al resto de la pista por una pequeña entrada. En el borde exterior de este “mini dancefloor” se encontraba el sonido que en cierto modo simulaba el estilo de una rave.

Sin perder un minuto más nos dirigimos al set de Leon Vynehall. Para aquel entonces el sol ya se había escondido detrás del monte y la claridad se iba alejando poco a poco. Quizá fue porque aún estábamos aclimatándonos, pero el set del inglés fue bastante correcto. Mezclas fáciles en las que destacaba el tech house sobre otros géneros, con temas con el 'Moby Deep' de Interstellar. Si bien algún clásico como el 'Love Parasite' de Fad Gadget o 'Traveller' de Boris Dlugosch & Cassara rompía un poco el bucle que predominaba.


Hacía las 10 pusimos rumbo al escenario de los palés, el cual alojaba un formato únicamente de b2b, y en el que muchos artistas aprovecharon para salirse de la norma. Lo más interesante es que todos los artistas que tocaban ahí era una mezcla de entre todos los que estaban en el line up, contando únicamente con 60 minutos para embelesar así al asistente ávido de particularidad musical. Como primer plato nos encontramos nada menos que con un b2b entre Gerd Janson y Job Jobse. Fue un derroche de calidad sin precedentes. Se veía que estaban a gusto, en un ambiente casi familiar, y cuando ocurre esto solo puede salir magia. Temas como el 'Jabdah' de Koto, el 'I Dont Wanna Lose' de Lime o el 'Do You' de Duke Lake, despertaron euforia y provocaron coros en el público.

En ese momento nos dimos cuenta de que ese escenario iba a ser la clave de la jornada. Casi sin tiempo para recuperarnos dio comienzo el b2b entre Fabrizio Mammarella (que tocó con la mano izquierda vendada) y Zombies In Miami. Aunque la pista se vació un poco, siguieron con la estela que habían dejado sus predecesores, un disco y house muy suculentos como el 'Hit & Run' de Lolleatta Holloway. Además de alicientes tracks como Visitors de Koto. Aunque era una difícil tarea y pese a que parte del público optó por ir al escenario principal, hicieron un set muy a la altura de la situación. Un claro ejemplo de que no porque sus nombres sean menos conocidos signifique que carezcan de técnica y buen hacer. Sorprendiéndonos en directo con la vocal cautivadora que porta la componente de Zombies In Miami.

El siguiente b2b lo llevaron a cabo Alessandro (Marvin & Guy) y Perel y que rápidamente se traduce en: apoteósico. Si ya habíamos comentado que en este stage no había reglas, ellos decidieron llevarlo al extremo. Hacía tiempo que no recordábamos tanta buena energía concentrada en un espacio tan pequeño. Tuvieron la picardía de jugar con hits de dance noventeros, donde el 'Free from Desire' o el 'Rasputin' fueron los momentos culmines. A ellos le siguieron y precedieron clasicazos de Donna Summer, Boney M, las Spice Girls, Kylie Minogue o Abba. No solo fue uno de los mejores momentos de la noche, sino en general, de la Off Week. La euforia del público sumada a la complicidad de tan –a priori- atípico b2b, quedará grabada en nuestra memoria de por vida.


Con el aliento aún sin recuperar nos dirigimos al escenario principal para ver el set de Gerd Janson. Sabíamos que lo vivido con Perel y Alessandro iba a ser difícil de superar. No obstante, no para el alemán. Sin duda, se trató de un set que navegó entre estilos, pero que en los primeros instantes inevitablemente se vieron eclipsados en cierta medida por el jolgorio que habíamos vivido unos minutos atrás. Entre algunos de los tracks que pudimos distinguir se encontraban el 'Moonshake Miner' de Krystal Klear contrastando con algún hit de Kink como el 'Perth' o el 'Take Your Time' de Slam & Green Velvet.

Hacia las 2.30 comenzó el set que, quizá, más ansiábamos de la noche: el de Job Jobse. El residente de De School subió a la cabina con su gorra y esa mueca de felicidad que tanto le caracteriza. Con permiso del b2b de Alessandro y Perel, el holandés subió el nivel de las mezclas y la selección musical a una categoría a la que muy pocos tienen alcance. La clave para conseguir esto, entre otras cosas, se debió a jugar con temas de alto octanaje como el 'The Skipper' de Syclops o el 'Shurumu' de Sascha Funke, sumándole un sinfín de unreleased así como algún que otro hit de Dj Koze.

Estábamos con las baterías corporales puestas en modo ahorro de energía, pues el holandés nos dejó, en primer lugar, sin habla, y en segundo, con las piernas cargadas de tanto bailar. Por lo que nos dirigimos hacia el área de los food tracks, donde había mesas y sillas para poder descansar un poco. Cuando recobramos mínimamente la respiración nos dispusimos a disfrutar de los últimos minutos de su actuación, clausurando con ella una tarde-noche de matrícula de honor. Nos dispusimos a tomar el camino hacia el tren, con un sentimiento de alegría y un buen sabor de boca inigualables. Más que una fiesta, habíamos vivido una multidisciplinar clase de maestría musical en un lugar que, por otro lado, albergaba historia.

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Foto: Rubén 242 Photography

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