DGTL Madrid 2018: mucho músculo, poca fuerza

Crónica de la primera edición de DGTL en la capital


Madrid lleva un par de años de un más que patente florecimiento festivalero, algo que es de agradecer en una capital europea que estaba coja en ese sentido. Que el gigante holandés DGTL, que ha celebrado ediciones en Santiago de Chile, Sao Paulo, Tel Aviv y cuatro en Barcelona, quisiera aterrizar en Madrid siempre es buena noticia. Su celebración el pasado 5 de diciembre en IFEMA, en una noche tremendamente competitiva en la ciudad por ser vispera de festivo, consiguió atraer a la nada desdeñable cifra de casi 8.000 personas que se repartireron entre los tres escenarios que ofrecía el evento.

Lo primero que hay que hacer hincapie es que comparar esta edición madrileña con cualquiera realizada en Barcelona sería muy ventajista e injusto. Son dos propuestas diferentes en lugares diferentes, con climas diferentes y con una duración diferente. Por ese motivo una siempre va a palidecer sobre la otra por sus más que evidentes distinciones. En Madrid todo se condensaba en una sola noche en un lugar como IFEMA que, salvando las distancias, ofrece un espacio parecido al de  Sónar de Noche, dando un aspecto industrial al festival. El cartel, ya conocido por todos, marcaba tres líneas musicales, a priori diferentes, sobre el papel: por un lado un sonido entre el techno y el house en una línea melódica muy Innervisions en el escenario Modular, otra de un sonido techno sin aditivos en el escenario Generator y una entre el house y el disco en la pequeña zona que comunicaba ambos escenarios llamada Frecuency.


Una de las mayores críticas de esta edición ha sido contra la organización por las múltiples esperas en los controles de la entrada y la odisea de dejar o recuperar el abrigo en el ropero. Sinceramente no pasé por ninguno de estos dos lances. Primero porque entré bastante temprano y segundo porque no utilicé el ropero. Pero no hay que negar la evidencia: el arco de seguridad impuesto a la propia organización fue de época incluyendo rayos X para pasar bolsos y mochilas. No recordaba cacheos así desde la época de Sönique por eso no era de extrañar el embotellamiento a la hora de acceder.

Algo digno de hacer mención especial fue el sonido del escenario Generator. Si eras de los que necesitas que el bombo te parta el pecho en dos, este era el lugar indicado. Presión sonora -que por momentos llegaba a ser molesta (un servidor tuvo que utilizar tapones)- que hizo de esta zona un punto de reunión de gambiterismo desde primeras horas. Posiblemente el lugar donde más se desmelenó la gente y con razón. En el Modular tampoco andaban cojos pero sin esa potencia tan desmesurada. Quienes tuvieron que bailar con la más fea fueron los que prefirieron quedarse en el Frecuency porque a pesar de ese concepto más de club al ser zona de paso con techo bajo, quedó muy deslucida por un sonido que rebotaba y en el que se colaba lo de los otros dos escenarios si no conseguias hacerte un hueco en primera fila.

El aspecto industrial de los pabellones de Ifema, visuales que funcionaban bien y daban color, un sonido aceptable y unos artistas bastante solventes garantizaban un gran festival. Y francamente no se estuvo nada mal pero la sensación continua era que todo estaba bien y correcto pero sin embargo algo faltaba. Había poderío pero no se notaba un alma propia que te hiciera pensar que estabas en algo especial. Todo muy genérico. Una muesca festivalera más.

En el plano artístico pasamos gran parte de la noche en el escenario Modular en el que estaba el Trikk llevando los compases de la noche con una suave faceta melódica muy propia del house alemán de tinte emocional. Un set sin estridencias para calentar con bastante clase lo que vendría después.


Antes de que el portugués acabará su sesión comprobamos lo bien que suena lo nuevo de Damian Schwartz en el muy housero directo que desarrolló en el escenario Frecuency. De directos iba la cosa y Psyk y Tadeo estaban repartiendo cera de la buena en Generator que directamente presentaba una algarabía ravera para las horas tan tempranas que eran. Ni que decir tiene que cuando asomó la figura de Charlotte de Witte las primeras filas comenzaron a ebullir y cuando la belga soltó su primer tema, la locura se desató. Un servidor aguantó unos siete minutos porque no me convenció el techno ramplón que propuso la vivaz artista.

Más interesante fue el inédito directo entre Matthew Jonson y Frank Wiedemann (50% de Âme) por lo novedoso y lo bien que se complementaban. Nunca hubo una dominante de uno sobre encima de otro porque cuando parecía que el toque algo más frío de la mano del canadiense enseguida aparecía alguna melodía más alegre de la mano del alemán. Ese vaivén, muy grato al comienzo, a veces perdía fuelle -y a mi particularmente me hizo desconectar- pero en líneas generales fue de lo más curioso de la noche.


Una de las grandes decepciones de la noche fue DJ Koze por mucho que al final levantará a todos con su hit 'Pick Up' como colofón a una sesión sin pies ni cabeza en la que pasaba de música machacona y facilona impropia de él. Parecía que como era miércoles y posiblemente su primer bolo de la semana vino a cumplir con lo mínimo y a reservar fuerzas.

Con este panorama se presentó John Talabot para cerrar el escenario Modular y a poco que fuera fiel a sí mismo iba a salir como el artista más destacado de la noche como finalmente así fue. Desde luego que tampoco se le recordará como una de sus mejores sesiones del año pero en sus primeros 10 minutos dio un golpe en la mesa continuando una senda pistera como la de su predecesor pero sumamente elegante, incluyendo un tema con la vocal del inmortal 'Love Sensation'. Suficiente para ganarse a un público de oído fino. A partir de ahí comenzó a desarrollar su set de forma muy inteligente y hasta cierto punto arriesgada teniendo en cuenta como es el público capitalino porque en lugar de ir en un in crecendo y echar más leña al fuego -cosa que quizá algunos asistentes hubieran preferido y que encontraron en Len Faki- llevó el cierre a su sonido sin necesidad de una contundencia mal entendida en un viaje de 2 horas que para un servidor pasaron volando con un último trayecto musical muy notable. Como es habitual en el barcelonés hubo temas gran reserva imposible de cazar vía Shazam.


Al final el resumen de esta primera edición madrileña del DGTL es que el festival nos ha enseñado su músculo, esperemos que en la próxima también muestre su fuerza para que la propuesta se afiance.

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Fotos: Tim Buiting, Jota Martinez, Pablo Gallardo y Carlos Joel

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