Ke Lepo trae una brizna melódica cautivadora con su álbum debut

 Por Armando Gallego aka Blac



La curiosidad del músico suele ser un largo camino en la búsqueda de un sonido identitario, plasmar ideas en base a unas preferencias y conocimientos, establecer un estilo o desarrollar un tono específico. El inexplorado discurso de Ke Lepo -teclista de la banda Grises- muestra su curiosidad con un primer álbum amparado por Forbidden Colours Diskoetxea -sello del admirado Aitor Etxebarria-, y eso son palabras mayores. El caso es que consigue mostrar una idea clara con un estilo prometedor y un tono marcado: una brizna bien verde que lleva a un fruto jugoso y meloso. Izpi -brizna en euskera- es el título que agrupa los cuarenta minutos de escucha ensoñadora que propone Alejo Orbegozo, el músico tras Ke Lepo.

Aunque 'Barru Paxira' y 'Xarma' sean dos cortes notorios, que destacan cuando la escucha penetra en ellos, los once cortes se sienten como una pieza completa. Pero cabe resaltar ese tramo: porque vienen tras Bare, que son cuatro minutos esplendorosos donde Lepo abre un abanico de sonidos que cautivan y envuelven, pero donde se crea la conexión es en los tonos de 'Barru Paxira', ahí es donde la escucha envuelve, abraza, cautiva. Que enlaza sutilmente con Xarma, con más tonos delicados, aumentando el magnetismo y coloreando la experiencia con esas “luces melódicas”, como destellos, que terminan cohesionando con una escueta melodía de cuerdas. Qué delicadeza.

Todo el álbum cautiva e invita fácilmente a volver a el: desde el arranque épico pero contenido de 'Sutondua', con estructura compleja desde su base pero floreciente en el resto de sus sonidos, con un desarrollo prometedor y un trabajo de voces interesante; pasando por el comentado vínculo de tramo ambiental, donde More aumente con tacto melódico la tensión, hasta el aumento del pulso entre 'Arnasa Berriz' y 'Asuna ta Menta', donde quizás esta última rompe el halo de seducción al orientar la escucha hacia pulsos contundentes, tanto desde su base como desde la melodía. Aunque el disco se cierra con su corto homónimo, Izpi, que devuelve la ensoñación sonora con voces oníricas, de nuevo esas luces melódicas, preparando la escucha para otra nueva experiencia desde el principio.

Porque Ke Lepo consigue en su primer trabajo en largo una de las metas de un autor: crear una experiencia donde el oyente pueda perderse -'Kexpe' es un corte que invita a inhibirse: bello, complejo, lisérgico-, apreciar los detalles de cada tramo y zambullirse en el imaginario que se crea gracias al vínculo con la obra. Puede que sea corto, que en algunos momentos las preferencias del oyente pidan otras intenciones u otros desenlaces, pero este primer camino puede dar lugar a prometedoras futuras obras con más ideas atractivas que cautiven para una mayor inmersión en la escucha, refinando su discurso de autor.

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