Por JM Tello
Corría el año 2011. Hacía un año que habíamos egresado de la facultad de Periodismo cuando el anfitrión de este decano blog me invitó a ser su sucesor en una revista española de música electrónica de cuyo nombre no quiero acordarme. En nuestro haber quedaron dos años en los que nuestros amores dentro de la cultura de club nos llevaban a debates de esos con los que disfrutas. Ambos teníamos razón. En el fondo, y a pesar de nuestra disparidad de criterios y gustos, éramos amantes apasionados de la nuestro. Y puede que lo que de verdad nos unía, más allá de unos conceptos, era nuestra aversión al público postureta y arribista.
Mi sucesión conllevó un giro dramático en la línea editorial. La cultura de club dejó paso a los grandes focos de las grandes cabeceras internacionales, tan frecuentemente abandonados por las cabeceras nacionales. El Trance había iniciado su camino a la autoextinción. Tiësto se había mudado a Las Vegas y nos había dejado cual perros en una gasolinera en los años 90. Y una nueva ola de sonidos herederos del Trance empezaban a conquistar el mundo.
Y en medio de ese ecosistema en el que no éramos más que meros cronistas, en aquella primavera llegó la última gran revolución ibicenca: Ushuaia Ibiza.
En un mercado aparentemente saturado, cuatro grandes templos con faros incólumes de las noches pitiusas, un nuevo concepto aterrizó en la isla. Nuevo espacio, al aire libre. Nuevo horario, por la tarde. Nuevo concepto, con hotel incluido. Acompañado de las nuevas líneas musicales que serían el referente cultural para toda una generación. Un sentimiento de pesar me acompaña al escribir estas líneas. Tras miles de horas detrás de un teclado, hoy me percato, años ha, que todo ese trabajo ha desaparecido. Son pasto en servidores dormidos y hoy encontrar buenas referencia de aquellos primeros carteles no es tarea fácil.
Pero el concepto estaba claro: Futuro. Swedish House Mafia, Avicii, Calvin Harris, David Guetta, Martin Garrix, Alesso… La alienación de estrellas solo tenía un objetivo: Atrapar a un nuevo público, con la madurez en proceso de carga. Un público por fidelizar. Los grandes templos ya tenían demarcado su territorio y Usuhaïa quería el suyo propio. Casi tres lustros después, media generación de trabajo incansable, han creado un nuevo templo referente a nivel mundial, mínimo exigible si se quiere ser un referente en la isla. Concepto copiado tanto en la isla como en todos los continentes. La fuente de la sabiduría.
A pesar de que hace años que me mudé de sector y caí en os cantos de sirena del sector público, no solo mi amor por la electrónica sigue intacto y con ella todo lo que se cuece en nuestra Meca. Caer en la página de UsU es un viaje hacía la madurez sonora de una isla que hoy en día está más volcada en djs influencers, gente del Trance que dice pinchar techno y un futurista mundo holográfico. En el proceso de traslación planetaria, Usuahïa parece ser el único que ha encontrado un leitmotiv al que fidelizarse con el que fidelizar. Su público de toda la vida ya sabe que aquello es como ver un partido del All Star de la NBA. Los James, Curry y demás ya sabemos en qué se convierten aquí.
Lunes, Guetta. Martes y viernes, Harris. Miércoles, Vegas y Mike. Jueves, Garrix. Domingos, repartidos entre Armin y Kygo. Suena fácil. Pero no. Puede parecer el equipo de un videojuego echo por un adolescente que no sale mucho de casa, pero llegar a juntar a tanto astro en un solo lugar solo implica dos cosas. Muchos trabajo y una simbiosis trabajada durante años. ¿Qué fue antes sino, la aparición de estrellas y su acaparamiento o su creación? Pero por favor, no nos olvidemos de los sábados. Los sábados de Ants. La fiesta genuina de Usuhaïa que lleva en el hotel desde el día y que, cómo no, también es un referente de la factoría.
Casi quince años después Usuhaïa no solo ha demostrado que sigue fiel a sus valores fundacionales. Ha demostrado a esa crítica de pluma afilada que lo de aquellos años no era una vendida al mainstream. Era sencillamente la gran apuesta.
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