Dominio Talabot

El barcelonés honrando el concepto all night long en la fiesta Draft


La cita fue en Barcelona. La fiesta venía avalada por Draft, un colectivo que nace de la unión de varios amigos fuertemente vinculados con la escena de la ciudad Condal y con ganas de dejar su firma de forma activa -y no solo como reputados cañeros- con la celebración de eventos en diferentes salas contando con artistas internacionales, nacionales y locales en la medida de lo posible. El lugar elegido es Red58, una acogedora sala situada en pleno Eixample para no muchas más de 300 personas que se dispone como un largo pasillo con un sonido más que aceptable y una iluminación rojiza pero ténue porque allí no se va a verse las caras. Ahí se va a bailar, desinhibirse y disfrutar de la forma más hedonista posible. La propuesta era una noche comandada por un solo artista de principio a fin. De once de la noche a seis de la madrugada. Siete horas con un integrante del sello Hivern Discs era la única información conocida, al menos públicamente. No había falta ser un lince para intuir quién podría ser el misterioso invitado con ese halo de secretismo en torno a su figura.

Y efectivamente, ni Daniel Baughman, ni Alicia Carrera, ni Mistakes Are Ok, ni Marc Piñol -todos ellos presentes por la sala- iban a comparecer por la cabina de Red58. El protagonismo de la noche estaba reservado para un John Talabot que, obviamente, no era la primera vez que ofrece un set de larga duración en su ciudad, ni en un club de espacio reducido; pero al menos un servidor no recuerda que en una noche así su nombre no apareciera de forma pública. Y sí, hemos disfrutado de Talabot en sus múltiples visitas a la capital pero toda una noche desde que se abren las puertas del garito hasta que suena el último beat con las luces encencidas, y encima jugando en su casa, era una oportunidad única para personarse allí y dar testimonio.

El concepto All Night Long es algo que poco a poco se va perdiendo quedando como una práctica de tiempos pasados. Ha quedado relegado a pequeños clubes con sus residentes y algunas citas esporádicas de artistas veteranos que se reservan alguna fecha al año para dirigir lo designios de una pista de baile durante sesiones que son prácticamente una jornada laboral entera. Es el formato favorito para un Dj de pura raza porque le permite expresarse en todo su esplendor y organizar un viaje lo más completo posible tocando varios palos. Eso que se llama psicología de pista en su máxima expresión. Solo el que se ha enfrentado a algo así sabe lo que curte. Se es comienzo, nudo y desenlace de la noche, lo que da una libertad total a la hora de desarrollar un discurso tan personal como efectivo a la par que sorprendente. Todos estos puntos se dan en la figura artística de Oriol Riverola; y como era de esperar no falló en su ejecución en Draft.

La fiesta ya se presentaba como algo especial cuando previamente se avisó que todo el papel anticipado estaba vendido y que sólo habría unas 30 o 40 entradas en puerta. Precisamente unas cuarenta personas fueron las que entraron al club cuando arrancó la maratoniana sesión del de Hivern Discs. A la hora y media ya había llenazo. Las armas del barcelonés fueron tres CDJ, una mesa rotatoria Rane MP2015 y unos usb cargados de temas para volver loco a Shazam entre producciones que aún no habrán salido a la venta y rarezas de 'digger' empedernido. Por lo tanto era más inteligente y práctico gastar la batería del móvil en un par de fotos y vídeos para ilustrar estas palabras que en averiguar los ingredientes sonoros a degustar. Era una cita para dejarse llevar y olvidarse de la libreta.


La velada, como no podía ser de otra forma, comenzó con ritmos atmosféricos, selváticos y ambientales como introducción perfecta a la pauta del sonido talabotiano que iba a regir. Se volvió a comprobar que no hay que confundir la velocidad con el tocino y que sobre tempos lentos -siempre tan sugerentes- se puede construir todo un discurso para hacer bailar sin descanso durante bastantes horas. Esa fue la tónica general de un sonido cálido en la frontera entre el italo, el techno y el proto-house de  pulsión baja pero que atrapaba e hipnotizaba en la actitud más trancera a tenor de las reacciones del público. Talabot como un gurú denotando otra de sus características principales: máxima concentración sin apenas levantar la mirada de la mesa.

Muy metido en su papel de chamán electrónico iba obsequiando a un personal, que no paraba de sudar entre tanto baile y condensación, con enfoques más melódicos sin renunciar al sonido ácido según avanzaba la noche. Todo ello sin subir en exceso los bpm's enlazando temas con una gran maestría aprovechando las posibilidades de sus herramientas. Cocciones lentas y con fundamento.

La recta final destapó el lado más clásico con toques house discoide y algo más techno mezclando con la misma maestría que en las seis horas anteriores solo que en esta ocasión sí que apretaba más las tuercas al público decidiendo poner punto final con 'Organa' de Ignacio que supo a gloria con las luces encendidas. 300 personas conscientes de haber vivido una experiencia de auténtico clubbing con un John Talabot a modo de flautista de Hamelín del SXXI. Dominio absoluto.  

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