Un Paraíso que logra asentarse (agri)dulcemente

Así te contamos la segunda edición del festival madrileño


Todo iba a pedir de boca y el colofón falló. Esa puede que sea la lectura más simple que se extraiga de la segunda edición de Paraíso que de nuevo se celebró en el campus de la Complutense durante el 14 y el 15 de junio. La sensación enrarecida del día después -y de los siguientes- es la radiografía de la clásica cita con la persona nos gusta y que acaba de forma abrupta sin saber muy bien ni el cómo y ni el porqué. Y claro, esas cosas cabrean y encienden a cualquiera poniéndonos en el papel del despechado Tom para cargar contra "la puta" de Summer, sobre todo si tenemos Facebook e Instagram a mano. Y en cierta forma, esa reacción es tremendamente comprensible cuando chocan unas expectativas, que se estaban cumpliendo sin problemas, con una desafortunada realidad que te tuerce el morro.

La buena imagen ganada a pulso por la organización tras su sorprendente y estimulante primera edición, y gran parte de esta segunda, parece que, al menos en redes sociales, ha quedado trastocada por la decisión de bajar el sonido de todos los escenarios sobre las 4 de la madrugada del sábado dejando actuaciones como las de Laurent Garnier y Mano Le Tough bastante deslucidas por la falta de presión con el consiguiente mosqueo del público. Y otras, como la de Antal en la que estuvimos presentes, con el propio artista furibundo con los técnicos de sonido. Y desgraciadamente es con esto último con lo que parece que se queda el personal. Sí, fue un fastidio. O peor aún, una cagada que ni siquiera ha sido explicada oficialmente lo que alimenta teorías de diferente índole que dan alas a fagocitar este evento con tantas posibilidades. Porque hay que recordar que esta propuesta que, por mucho que para algunos pueda pesar el revés de su recta final, ha vuelto a confirmarse como la gran alternativa festivalera en Madrid. Y eso sigue siendo digno de admiración y de respeto.

Así que una vez zanjado el asunto más negativo y que ha sido la comidilla estos días, vamos desgranar lo sucedido en el evento desde nuestro punto de vista.


La lectura más positiva es que Paraíso ha conseguido mantenerse y da indicios de asentarse. 25.000 personas acudieron al festival con un incremento del 40% respecto a la primera edición, algo que se notó el mismo viernes con una afluencia de público bastante más pronunciada que la de hace un año. Su propuesta de festival open air continúa la marcada línea europea de line-ups no tan trillados como los que acostumbramos por España en general y Madrid en particular hacen albergar esperanza de que podemos aspirar a algo de calidad a lo que podemos llegar comodamente en Metro sin tener que dejarnos unos buenos ahorros en un viaje a la tierra de los tulipanes.

Tras lo expuesto en los primeros párrafos, paradójicamente el sonido, que fue uno de los grandes lunares a corregir el año pasado, estuvo a la altura la mayor parte del tiempo. A veces incluso pecaba de potencia sin control en el escenario club con momentos de saturación para volarte los tímpanos, ¡benditos esos tapones que se podían adquirir por 50 céntimos en el puesto de Energy Control! Pero en líneas generales se puede decir que rayó se forma satisfactoria como prácticamente toda la infraestructura de un festival en el que no recuerdo haber tenido que hacer muchas colas ni para recargar el cashless, ni para pedir en barra, ni para pedir comida entre su variada oferta gastronómica (riquísimo Pad Thai, por cierto), ni para ir a vaciar el agua al canario.

El otro gran problema subsanado, en parte, por la organización fue la inclusión de un cuarto y pequeño escenario llamado Nido para dar visibilidad a la escena local. Ahí, en un pequeño rincón en la gran explanada de Cantarranas situaron el escenario Paraíso, el principal, con lo que a veces se colaba su sonido mucho más potente. Vale, buen y honorable gesto para callarnos la boca a los más críticos con estas cosas. Ahora falta otro pasito adelante para consolidar el detalle, ir colocando a los artistas locales poco a poco en los escenarios más grandes, aunque sea a primeras horas. Pero vamos, con la calma, que esto se trata de sumar. Nosotros solo acudimos de paso en muy contadas ocasiones como para hacer valoración alguna, somos honestos y a la gran mayoría ya los hemos visto y apoyado donde tenemos que hacerlo. Y continuaremos haciéndolo en la medida de lo posible.

VIERNES: El éxito de Nicola Cruz, la masterclass de Raphaël Top-Secret y la división de opiniones con John Talabot

La primera jornada sorprendió por las ganas que mostraba la gente acudir a un festival como Paraíso. Además el tiempo acompañó desde primera hora (recuerden la inoportuna lluvia de la anterior edición). Gran afluencia y un gran ambiente con un público adulto y maduro cosa que es de agradecer. Y no solo porque haya pollasviejas electrónicas que ya nos conocemos casi todos las caras sino por la madurez musical de los más jóvenes que se acercan al evento. Hay esperanza y mimbres.

Nuestro arranque fue con unos excelentes Maribou State. Primera actuación que vimos y a la postre una de las más destacadas que sin dudas hubiera lucido mucho más a otras horas. Los británicos con la banda al completo y con Holly Walker como impecable vocalista. Sintetizadores con instrumentos con una electrónica colorida siempre entra bien a primeras horas. Desgranaron su segundo álbum Kingdoms In Colour con soltura y rescataron su precioso 'The Clown' de su primer LP en los minutos finales de una actuación que finalizó por todo lo alto para un escenario Paraíso que presentaba buen aspecto pero ni mucho menos lleno. 


Un previo paso por el escenario Club en el que Jacques Greene estaba dando buena candela y haciendo palpable el poderío que se podía extraer de este escenario, que inteligentemente, cambió su ubicación poniéndolo al lado contrario respecto al año pasado, dejando de quedar como un lugar de paso y de peligrosas aglomeraciones.

Fuimos puntuales a la cita con Bob Moses y expectantes sobre si su lado popero podría más que su lado housero y al final se quedó en una equilibrada combinación de ambos. Un curioso híbrido entre dj set y live, con uno de ellos a los CDJ y otro con guitarra y micro, que arrancó los primeros puños al aire ante su fresca y melosa propuesta en la que no faltaron temas de sus primeros y agradecidos EP's.

Pero no había que despistarse para coger sitio en el escenario Manifesto y ver el desembarco de Nicola Cruz. Lo que nadie se podía esperar es que llegara al aforo completo mientras el franco-ecuatoriano desarrollaba su live. El sonido de este artista ya no tiene el efecto sorpresa de hace un par de años pero su champeta-house y su recurso de combinar sonidos andinos con electrónica de baile a bajas revoluciones continúa funcionando a la perfección y más si se acompaña de un atardecer madrileño. Su pulso fue el de una electrónica orgánica e hipnótica que cautivó a los allí presentes aunque es cierto que su toque étnico quedo como un secundario de lujo que como protagonista principal.




La intención de ver un poco a Moscoman desapareció en el mismo momento en el que tras abandonar el escenario Manifesto escuchas 'La Mezcla'. Así, de bruces y en frío. Parada a reponer fuerzas y volver a Manifesto para deleitarse con el que sin duda fue el gran triunfador de la noche: Raphaël Top-Secret. El parisino supo dar con la tecla correcta en todo momento ofreciendo el dj set más divertido, desenfadado y lleno de calidad de esta primera jornada. Hizo lo que quiso y lo hizo bien. Disco y house combinado con world music y marcándose un momento estelar teniendo un guiño con el público local al pinchar  'Diamond Girl' de Nice & Wild con su parte en castelleno. Trajo el desenfreno, la sensualidad y la exaltación de la amistad.

Nueva incursión en el escenario Club con el que posiblemente sea el dj set que más opiniones encontradas dejó. John Talabot vino con el colmillo retorcido y con la misión de no dejar prisioneros con una propuesta bailable a la par que densa. Metió caña -incluso fuimos testigos de como gente de la crew de Hivern Discs se lo hacían saber a través de Whatsapp en vivo y en directo- con una música de piel technera y cierta alma trancera y ácida. Hay quién le pareció una sesión lineal y soporífera y hay quien le compró el billete del viaje sin problemas. A un servidor, que cuando Talabot se pone en ese plan le suele dejar frío (aquí un ejemplo), me pareció bastante interesante y me entró a la perfección disfrutando desde el comienzo hasta el final, quizá por el contraste de lo que venía escuchando durante prácticamente todo el día.  


La última parada volvió a ser en Manifesto y posiblmente fuera la actuación más desdibujada del festival. Young Marco se encontró con un terreno abonado al techno y a los breaks más eufóricos de la mano de Orpheu The Wizard y no sabemos si, bien por adaptarse a ese panorama o por propia desgana personal (quiero pensar en lo primero), optó por una música pistera facilona pinchada casi como si fuera un castigo. Demasiado impropio de él. Finalmente el set lo llevó a su terreno más divertido pero perdió tanto tiempo en esa transición que acabó con la paciencia de la gente. Los que querían más caña se fueran por esa apatía y los que esperaban un Young Marco más goloso también abandonaron el barco por la zurra sin sentido. Solo quedábamos los que las otras propuestas no nos convencían del todo y los que esperábamos a que Young Marco recuperara su mojo en algún momento. Y lo hizo, ¡joder, vaya que si lo hizo!. Pero 40 minutos que supieron a demasiado poco y a oportunidad perdida. Luces dadas, cierre insulso y vuelta a casa.



-SÁBADO: La expeditiva norirlandesa, la actitud californiana, el poder de convocatoria de la surcoreana, el kaiser paulista y el mago alemán

Con el cansacio y la resaca haciendo de las suyas se notó que el público madrugó mucho menos para la segunda jornada. El sábado se produjo no una, sino tres de las revelaciones del festival. La primera fue Or:la. La norirlandesa dejó un set para el recuerdo posiblemente desarrollando la sesión más consistente y seria de todo el festival. Es cierto que nada más acceder al escenario Club esa contundencia lindandno entre el house y el techno británico sazonado de breaks electro se te podía hacer muy cuesta arriba con un lorenzo que apretaba lo suyo, pero si te metías en su discurso y cómo lo iba cambiando y mutando a parajes más ácidos e incluso trancerosos, la propuesta crecía en intensidad y calaba hasta el tuétano. Para acabar con los ojos en blanco.

La otra gran actuación fue la de Channel Tres. No he visto una actuación tan simple, sencilla y con una puesta de escena tan minimalista que arrojara tanta ACTITUD y contagiara tan buen rollo. Era la gran apuesta del festival en términos de alguien "desconocido" en el escenario principal y acertaron de pleno. Un cantante, dos bailarines, un micro y unas visuales que solo era su nombre fijado. Por no haber, no había ni la figura de un dj que al menos diera al play. Con todo eso llenaron el escenario. No cantaron ni 10 canciones y fueron todo un terremoto durante cuarenta minutos. El californiano y sus dos bailarines se metió en el bolsillo al público con animadas canciones y coreografías y hasta se animó a hablar en castellano con bastante gracia y desparpajo. Incluso bajaron a bailar con la gente y cuando llegó el momento 'Topdown', una situación en la que hubo visuales proyectando el videoclip, aquello ya era una bloc party en toda regla.




De vuelta al Club con una excelente Or:la que daba paso a Carista. La holandesa optó por comenzar un camino que la británica no transitó: un house mucho más clásico y tribal y a partir de ahí ir dando forma a un set que no perdía el pulso a la pista. Lo mejor de su actuación eran las pequeña joyas que iba dejando caer como 'Till I Found You' de Jasper Street Co., 'That Piano Track' de Cell Out o el inmenso 'Only Human' de Four Tet. Los puntos negativos llegaban cuando prefería tracks más obvios y fáciles como esa remezcla chusquera de 'This Is America'.

Y sin movernos de ese escenario llegó la actuación más celebrada del festival por aclamación popular y que demuestra que el fenómeno Peggy Gou está en plena eclosión. Todo a reventar y la gente con ganas de disfrutar de la surcoreana que no pudo arrancar con más fuerza a base de un techno contundente pero bastante seco y sin sustancia, como ese track con ecos de un 'Spastik' con gaseosa que soltó en los primeros compases. Todo muy sin más y sin sorprender. Tampoco lo necesitaba porque pusiera lo que pusiera era recibido como agua de mayo (incluyendo una horrorosa remezcla del 'Hey Boy, Hey Girl' de The Chemical Brothers) y conectaba con el público sin problema alguno. Cuando planeaba por sonidos electro, la cosa se ponía más interesante pero rapidamente volvía al truchote no sin antes colocar su reciente hit 'Starry Night', siendo un agradecido momento housero del set y para nosotros suficiente para ir a otro lugar. Van dos veces que vemos a Peggy Gou en Madrid y dos veces que pensamos que una artista de su calidad, sus actitudes y aptitudes, puede aportar mucho más en cabina que su indudable carisma.


Y volvimos al que podriamos denominar el campamento base y del que ya no nos movimos de allí. En el escenario Manifesto se produjo la tercera revelación en la figura Millos Kaiser que supo tocar la patata con su sonido boogie, disco y rare groove descubriéndonos música brasileña. El de Sao Paulo destacó como selector que sabe construir un set emotivo y mágico desde una versión en portugués de 'Fotonovela' de Iván hasta una delicia como el 'It's a Fine Day' carioca. Todo bonito y con cariño, la caricia musical del festival sin dudar. ¡Puro verano!



La zona se empezó a poblar mucho más cuando Danilo Plessow aparecía por el escenario. Hablar de Motor City Drum Ensemble sería repetirnos. Era la apuesta segura del festival y no decepcionó. Incluso la propia Peggy Gou asomaba entre bastidores para grabar un extracto de la sesión del alemán. House, disco, high life, funky, world music y lo que quieras, todo mezclado con precisión y con clase. Con los ánimos por los aires supo colocar uno de sus clásicos en sus sesiones cuando quiere reventar la pista, 'Amor' de Selvagem (formación de Millos Kaiser, doblemente ganador en esta edición), o lo que es lo mismo: el edit del 'I Feel Love' de Donna Summer y Giorgio Moroder en portugués.



Una línea continuista a lo ofrecido por MCDE fue el holandés Antal. El de Rush Hour era el encargado de cerrar el festival y sobre el papel parecía que iba a ser lo que fue su amigo Hunee el año pasado. Aunque a la hora de la verdad no llegó a ese punto en ningún momento. Puso musicón disco y world music pero le falto un punto más nocturno y gamberro que sí que tuvo el surcoreano. Quizá el problema del sonido fue lo que le hizo conservar lo que ya tenía ganado y seguir optando por lo que le estaba funcionando y no ir por caminos más electrónicos y duros donde sin presión la música no entra de la misma forma. Da ahí su cabreo y su actitud en piloto automático dejando que el tiempo pasase.

Desde aquí creemos que Paraíso finalmente se cierra con un balance positivo tanto por lo vivido en esta edición como por todo lo que supone el festival para la ciudad como un cambio y esperanza dentro del circuito madrileño. Pero la prueba del algodón de su confirmación queda emborronada por el desafortunado asunto del sonido a última hora. El paraíso no se mantuvo solo y hay que cuidarlo. Miremos al futuro no mordamos la manzana para volver a un páramo que nadie quiere, ni nesesitamos. Nosotros ya esperamos una tercera edición que siga arriesgando más si cabe. 

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Fotos: Nabscab y Rodrigo Mena
Vídeos: Pablo Solar

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